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jueves, 27 de septiembre de 2012

Gracias por fumar

Desde que tengo uso de razón, las manifestaciones en la Argentina son como parte su identidad, por decirlo de alguna manera. Quizás, su bulliciosa práctica sea porque funcionan...¿funcionan?. En fin, encontré esta interesante nota el el periódico El Clarín del domingo 9 de mayo. Lean y armen sus criterios...sean parte de la cultura argentina!


Más de 3 mil personas marcharon por la marihuana
Esta tarde se llevó a cabo la Global Marijuana March, en Plaza de Mayo. Se reclamó por una cese de las detenciones, la discriminación y el maltrato a usuarios. Pero sobre todo, por una nueva ley de drogas.



POR UNA NUEVA LEY.

Al grito de "Autocultivo, autocultivo...", unas 3000 personas llegaron a Plaza de Mayo en la Global Marijuana March, también conocida como Marcha Mundial de la Marihuana, que se realiza desde 1999 el primer sábado de mayo de cada año, en simultáneo en ciudades de todo el mundo. Desde hace tres años, la marcha se realiza de manera autónoma en distintas ciudades del país y es coordinada por la revista THC. Los objetivos del reclamo en Argentina son el cese de las detenciones, la discriminación y el maltrato a usuarios, los derechos de los usuarios medicinales, el respeto por las libertades individuales, la promoción de políticas de salud, prevención y reducción de daños y, sobre todo, por una nueva ley de drogas más humana, justa y eficaz. No hubo agrupaciones, ni partidos políticos. "Libertad, libertad a los presos por fumar", fue otro de los cantos que se escucharon por el centro. También hubo canastas con panes rellenos, churros rellenos con dulce teñidos con colorante verde; rastas, sombreros coloridos y hippies. Mucho fotógrafo amateur, bandas en vivo y un auto con un porro inflable en el techo

miércoles, 2 de marzo de 2011

Poliladron

La ilusión del paseo me duró poco. Para aquella entonces yo vivía en Playas del Coco y estaba de regreso de un breve viaje a San José.
Un policía con acento extranjero nos detuvo en el camino para pedir nuestras identificaciones. Eran muchos los oficiales que estaban ese día haciendo un operativo para atrapar a aquellos que permanecen ilegales en el país.
De cierta forma apoyaba su labor... “Las leyes son leyes y hay que respetarla”, me dijo en una ocasión una funcionaria del aeropuerto mientras sellaba mi pasaporte. También fue ella quien me indicó salir del país cada tres meses para renovar mi visa, instrucciones que seguí al pie de la letra hasta que obtuve mi actual permiso de estudiante.
Aunque mi parecer cambio más tarde.
Estaba sentada en medio del bus, el oficial subió y comenzó a pedir las cédulas hasta que finalmente se paro frente a mí y extendió su mano. Tomé mi bolso y comencé a hurgar entre los innumerables objetos que acostumbro a poner inconscientemente allí. De a poco mi cara se transformó. No lo traía conmigo.
Me mantuve tranquila porque confiaba que habría una solución, un diálogo… pero me equivoqué.
Me llamó “rusita”, término que interpreté como una referencia a mi nacionalidad aunque soy de Argentina, pero esa denominación resultó ser el equivalente a “hacerme la tonta”.
Luego, me hizo subir a una camioneta junto a otras dos personas ilegales como yo y cinco oficiales más.
Ante la impotencia pregunté con ira por qué me llevaban, si no estaba haciendo nada malo, pues mientras ellos gastaban tiempo en mí había gente que estaba robando y matando. Pero lo único que conseguía era empeorar las cosas, así que me callé y procedí a obedecer las órdenes de los oficiales.
Me sentía como una peligrosa fugitiva dentro que aquel automóvil.
Mientras tanto, mi compañero de viaje comenzó a movilizarse para traer mi identificación desde la playa.
Conmigo iba una mujer salvadoreña. Hacía diez años que estaba casada con un costarricense, con quien tenía cuatro hijos, pero nunca fue a poner en orden sus papeles. También había un francés, de esos que recorren el territorio a pie con una enorme mochila y un mapa. Se le había vencido dos días atrás el plazo para dejar el país y casualmente en eso andaba, pues se dirigía a Nicaragua.
Llegamos a la comisaría de Liberia, allí nos bajaron. Un joven oficial nos esperaba en la puerta de ese recinto.
Yo estaba última en la fila. El primero fue el francés, tomaron sus datos y lo metieron en un calabozo, de esos como se ven en las películas: chiquitos, oscuros y con rastros de humedad. Pero la presión se me bajó al percibir que allí dentro, en esa diminuta habitación con rejas, había otras personas. Quién sabe por qué estaban encerrados, pero definitivamente no venían con nosotros en el bus…
Le toco el turno a la mujer de El Salvador, dio sus datos y le señalaron una silla contigua al celda y comencé a tranquilizarme. A su lado había otro asiento reservado para mí.
Las seis horas que pasé allí adentro, además de transformarse en las más largas de mi vida, fueron suficiente como entablar un acercamiento con la mujer.
Llamaba a cada rato a su marido, quien tuvo que retirarse del trabajo para sacar a su esposa del lugar. En ese momento agradecí por tener a alguien que también estaba haciendo lo mismo por mí. ¿Pero el muchacho francés? ¿Qué iba a ser de su suerte?... No me quedé para averiguarlo.
A los meses me mudé a San José. Renté un apartamento en un lugar rodeado de guardas de seguridad, aunque no temía que me pasara algo porque tras la experiencia en Liberia observé que la Fuerza Pública disponía de muchos oficiales.
Pero otra vez me equivoqué.
Fue un sábado a las ocho de la mañana. Estaba a trescientos metros de mi casa esperando el bus. A mi lado otra mujer hacia lo mismo, mientras que un muchacho se acercó y se apoyó en una barra metálica.
El bus que circula cerca de mi casa se caracteriza por ser lento, pasa cada 20 minutos con suerte, sino es que lo hace en cuarenta. Y allí estábamos los tres, esperándolo.
Ya había transcurrido diez minutos cuando una débil llovizna comenzaba a caer e intenté moverme para buscar un lugar mejor, pero cuando levanté la mirada un revolver estaba en mi frente. El muchacho junto a mí había decidido que ese era el momento.
No hablaba, solo hacía señas con su mano para que le entregara el bolso, pero yo no podía ver nada más que el metal del arma entre mis ojos. “¿Así es un revolver de verdad?”, pensaba... “Esto no puede estar pasándome, esto solo sucede en las películas…” me repetía incesantemente sin reaccionar.
Finalmente entregué mi bolso y el muchacho se fue corriendo. Se perdió con gran rapidez y mi teoría de la abundancia de oficiales cayó inmediatamente.
Allí no había nadie, nadie nos vio. Al fin y al cabo tenía razón al quejarme del por qué me llevaban a mí y no a quienes roban y matan…
Pocas horas después de ese trágico acontecimiento recordé cómo me divertía cuando era pequeña jugar al “polidradon”, donde a veces me tocaba el rol de policía y otras era el ladrón. Nos perseguíamos entre todos, sin embargo el objetivo del juego estaba bien claro: el ladrón iba a la cárcel. Y aparentemente ahora, no portar documentos representa una mayor amenaza que asaltar armado a la gente, concluí.
Pero mi teoría cayó aún más.
Meses después de ese suceso, dos muchachos en una motocicleta me sorprendieron caminando por calle. Mientras uno me preguntaba la hora, el otro se paró frente a mí y sostenía un cuchillo en lo alto. No me resistí, pero tampoco dejé de preguntarme qué hacían tantos policías aquella vez que no portaba mi identificación y justo ahora que los necesito no estaban.
El informe del Estado de la Nación señala que la delincuencia se acentuó peligrosamente desde los años 90 y el panorama se agrava con el uso de las drogas y las armas.
Pero a pesar de esta situación, también considera que Costa Rica es el país con el sistema de justicia penal más eficiente y transparente de América Latina, que ante el aumento de la criminalidad duplicó su tasa de personas presas entre 1992 y el 2009… no lo entiendo.
Luego de entregar por segunda vez mi bolso involuntariamente en un período menor a los tres meses, tomé ciertas medidas.
La primera, fue no invertir más grandes sumas de dinero en este tipo de accesorio tan codiciado por nostras, las mujeres.
La segunda, hacer aquello que tanto me llamó la atención la primera vez que visité Costa Rica: convertir mi casa en una celda.

domingo, 2 de mayo de 2010

La revolución del siglo XXI

¿Será que el fenómeno de la internet esté marcando el inicio de una nueva era? Aún no hay respuesto para esto...Pero si puedo asegurar que una herramienta útil de estos tiempo y como todo lo nuevo, aún no hay regulaciones para su uso.
De fácil acceso, con gran poder de convocataria, ahora las redes sociales son el boom del internet. Popular entre todas las personas, sin importar edad, nos conduce a una interminable lista de gente, las que seguramente jamas hemos visto en nuestra vida, pero sin embargo estan ahí, entre nuestros contactos.
Hoy quiero destacar este artículo que encontré en el diario el Clarìn, pues resalta una realidad.
Y a falta de fiesta, los argentinos somos buenos con el ingenio. Hace dias atras fue una "ratoneada masiva en Mendoza" y ahora, ante un ley que pone límite al entretenieminto nocturno, surgen esta ¿moda?.

Tomada del diario Clarín de Argentina, el domingo 2 de mayo.

Hay jóvenes que ya cambian los boliches por fiestas privadas
La nueva ruta de la noche bonaerense. Ocurre a casi 6 meses de la sanción de la Ley de Nocturnidad, que obliga a los boliches a cerrar más temprano y a restringir la venta de alcohol. Se autoconvocan por redes sociales y evitan los controles.
Por Victoria De Masi

Hay una pileta de agua limpia, una carpa blanca y enorme, diez bafles distribuidos por el parque, tres barras tirando cerveza, luces de colores y mucha, pero mucha, buena onda. A seis meses de que rija en Buenos Aires la Ley de Nocturnidad, ahora muchos jóvenes deciden autogestionar su propia diversión: organizan fiestas en quintas y casonas de la Provincia. ¿Qué las diferencia de los boliches tradicionales? En estos eventos no hay patovicas decidiendo quién entra y quién se queda afuera, ni restricciones para vestirse, corre alcohol libre, no existen los espacios VIP y hay muchos árboles para perderse en la noche. No es fácil enterarse de dónde se arman estas fiestas: los anuncios se hacen por redes sociales o pasan de boca en boca.Con la intención de "ordenar la noche bonaerense", el Gobierno provincial impulsó el 7 de noviembre pasado la norma que fija el límite de ingreso a los boliches a las 2 y obliga a cerrar a las 5.30. La venta de bebidas energizantes está prohibida y las barras de los locales bailables deben cerrar a las 4.30. Así las cosas, los chicos elaboraron nuevas estrategias para "pasarla bien". No quieren atarse a la regla de la restricción horaria. Tampoco a la que regula la venta de alcohol. Y así nacieron -o se aggiornaron- las fiestas privadas, que mueven a más de 4 mil chicos cada fin de semana en el Conurbano. Los inspectores encargados de fiscalizar estos eventos se enteran por Facebook, blogs o fotologs, porque son muy difíciles de detectar."Es que los jóvenes no tenemos elección a la hora de divertirnos. Todas las discos ofrecen los mismos servicios. Cansados del tumulto, el maltrato, la inseguridad y la discriminación, surgió la idea de hacer una fiesta, otra opción para pasarla bien entre amigos y conocidos", responde Matías Ferraro. Junto a Natan Paladino y Federico Orozco organiza "Nostra Festa", que convocó en su última edición a 1.200 personas, en Ituzaingó, al oeste de Buenos Aires. Aseguran que "hay que tener tres virtudes fundamentales para organizar una fiesta de este tipo: carisma, personalidad y responsabilidad". Eso y un presupuesto de cinco cifras, como el de los organizadores de Enlaquinta. "La última la hicimos en Monte Grande con $12.500 para 500 personas. La mayor parte de la plata se fue en el alquiler de la carpa y en los micros", apunta Antonio Roggero, uno de los organizadores. ¿Micros? Sí. A la fiesta se llega en los colectivos que pone la organización y que salen de diferentes puntos de la Ciudad y de Buenos Aires. El viaje en los micros está incluido en la entrada que cuesta para los varones $50 y para las chicas, $30. El beneficio del transporte responde a dos motivos: las quintas están lejos y para que los jóvenes no vayan sin su entrada. El ticket se pone a la venta un mes y medio antes de la fiesta y sólo es posible conseguirlo si se solicita por mail y uno va a buscarlo a un lugar concertado con los organizadores con anticipación. En los anuncios no se publica la dirección del lugar. "Es por los 'aguafiestas', los inspectores de la municipalidad que te clausuran seguro", confió a Clarín el organizador de otra de las fiestas más convocantes del conurbano que pidió no ser identificado. Entre otras, la existencia de la entrada es la delgada línea que define la legalidad -o no- de la fiesta. "Un evento deja de ser privado cuando se constata el cobro de un ticket de ingreso; además, estos sitios carecen de la autorización municipal y de Bomberos, y de la licencia que otorga el Registro Provincial para la Comercialización de Bebidas Alcoholicas. Si se da algo de esto, impedimos que se realice el evento", explica Edgardo Quiroga, director provincial de Comercialización de Bebidas Alcohólicas de la Provincia. Esa entidad, que depende del Ministerio de Desarrollo Social, tiene secuestradas 30 mil botellas de alcohol a la espera de que la Justicia ordene destruirlas o donarlas. "Por lo menos, la mitad fue incautada en fiestas en quintas", dice Quiroga. Su plantel de inspectores, unos 60 en total, chequean en Internet si en los próximos días se va a hacer alguna fiesta. Así fue que se enteraron de la de Hudson, "donde había 5.000 chicos", y la del anexo del Club Atlético de Quilmes, de donde sacaron 5.000 botellas de alcohol. Por fin de semana clausuran, en promedio. cuatro fiestas

Deja Vú

Pasa una vez... y nos aseguramos que las malas experiencias no vuelvan a ocurrir. Sin embargo, somos ajenos a controlar el destino, por lo menos no conozco a nadie que lo haga. Pues bien, leyendo la nota adjuntada, fue como ver los periódicos de la Argentina a finales del 2001... pero con la difrenecia que esta vez sucede en Grecia, y 9 años después...

Tomada del diario El Clarín de Argentina, el domingo 2 de mayo del 2010


La odisea de Grecia, con rasgos de la crisis argentina del 2001En todo el mundo, el caso argentino se usa hoy como término de comparación para estimar la gravedad de la crisis griega.
PorIsabel Stratta

Estamos yendo por un camino difícil, una nueva Odisea para Grecia y para la nación griega. Pero conocemos el camino a Itaca”, dijo hace diez días el primer ministro griego, Georgios Papandreu. Pero no es con la Grecia de los tiempos homéricos que su país es comparado insistentemente hoy, sino con una república sudamericana que en los últimos días del 2001 declaró el mayor default en dólares de la historia, en el 2005 canjeó con una gran quita sus bonos a los acreedores que aceptaron y en estos días está intentando algún arreglo con los restantes, en busca de emparchar su fama en los mercados de financiamiento.
“Algunos ven a Grecia como la Argentina revisitada, destacando los notables paralelos con el país que en 2001 fue escenario del mayor default del mundo (en términos de dólar)”, resumía en una reciente columna Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI. Algunas de esas comparaciones, como las del propio Rogoff, han tendido a agitar, previsiblemente, el cuco de un país que a diez años del default sigue siendo paria en los mercados de dinero, para urgir a Grecia a hacer ajustes y ser “creíble”.
Pero a medida que la crisis griega se agiganta por horas, otros análisis se vuelven más pragmáticos y asumen que Atenas, no importa cuánto se empeñe en bajar su gasto y achicar su déficit, se va a quedar sin dinero antes de lograrlo.
Una contracción fiscal como la que se le reclama a Grecia, “aun si fuera políticamente factible, empeoraría, al menos en el corto plazo, la recesión”, señalaba días atrás Nouriel Roubini, conocido por sus pronósticos sobre la actual crisis financiera mundial. “Si el PBI cae, lograr determinadas metas de déficit y de deuda se hace imposible. Esa fue la trampa mortal de deuda que se engulló a la Argentina entre 1998 y 2001”.
“La situación griega (y no sólo griega) se parece bastante a la que tuvo que afrontar De la Rúa en 1999: recesión, sobrevaloración del tipo real y dificultades para financiar la deuda”, dijo a iEco desde Madrid el economista José Fernández-Albertos, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español.Así y todo, “es complicado hacer comparaciones, porque el escenario, los demás actores y sus intereses son muy diferentes”, previno.
Una moneda atada
En el origen, la situación que atravesó la Argentina y la que aflige a Grecia derivaron, ambas, en una combinación de políticas fiscales laxas y mercados externos eufóricos, coinciden académicos y ex altos funcionarios consultados por iEco. “Eso decantó en una espiral de apreciación real del tipo de cambio, fuerte déficit de cuenta corriente y fiscal y alto endeudamiento”, resume Guido Sandleris, director del Centro de Investigación en Finanzas de la Universidad Torcuato Di Tella.
La pertenencia de Grecia al euro ofrece un fácil paralelo con la Argentina de la convertibilidad. Un país cuya fortaleza económica no se compara con la de los países europeos centrales pero cuya moneda es la misma. “Grecia tiene un endeudamiento fuerte con una moneda multinacional que comparte pero sobre la que no tiene capacidad de decisión: no tiene la herramienta de devaluar”, comenta Jorge Todesca, viceministro de Economía en el incendiado 2002, cuando Remes Lenicov era el titular de la cartera y Eduardo Duhalde el presidente.
Tanto en la Argentina de la Convertibilidad como en Grecia con el euro, una devaluación para restaurar el equilibro aparece “como una opción muy costosa que los gobiernos tratan de evitar”, dice Sandleris, de la UTDT. “En ausencia de una devaluación nominal, el ajuste de precios relativos hacia un tipo de cambio real más devaluado debe ocurrir vía deflación de precios, proceso mucho más lento y penoso. Grecia comienza a transitar este camino que Argentina recorrió entre 1999 y 2001”.
Pero el límite a esa estrategia viene dado “por el costo social que genera en una economía con rigideces. Ese costo social hizo que el ajuste vía deflación de precios se volviera insostenible para la Argentina en el 2001 y determinó el abandono de la convertibilidad y la depreciación de la moneda”.
Para Grecia sería más costosa que para la Argentina la opción de devaluar. Su participación en el euro es un proyecto que excede lo económico “y depreciar saliendo del euro causaria un fuerte impacto en las expectativas de qué pasará con otros países del bloque que atraviesan problemas de raiz similar, como Portugal, España y hastas Italia”, subraya Sandleris.
El tamaño de los desequilibrios
Ex ministros y viceministros consultados subrayan que si bien el origen y evolución de la crisis griega y de la Argentina tienen gran parecido, la magnitud de los desequilibrios que detonaron el estallido difiere mucho.
“La brecha que ellos tienen no tiene nada que ver con la nuestra. Nosotros necesitábamos una ayuda más chica que la de Grecia: lo que el país necesitaba para no ir al default era una asistencia de 20.000 a 30.000 millones de dólares en condiciones blandas”, dice Todesca.
“En los páises del sur de Europa, los desequilibrios a corregir son mucho más complicados”, compara Ricardo Lopez Murphy, ex candidato presidencial en el 2003 y ministro de Economía en el 2000.“Se podría decir que la corrección planteada en Grecia es aproximadamente 16 veces –en términos de producto– la corrección propuesta por nuestro equipo económico en marzo del 2001, que era 0,6% del PBI. Y alrededor de 5 veces la corrección estructural, que era de 2 puntos del producto. En Grecia se trata de una reducción de 10 puntos del producto en gastos primarios”, contrasta López Murphy.
El club del euro
Ser miembro del club del euro (aunque sea uno “aceitunero”, como solían decir en los pasillos del Bundesbank los que resistían la inclusión de países del sur en el diseño de moneda única) tiene sus beneficios. No por el lado de la generosidad –más difícil de obtener, como se ha visto– sino del terror: el miedo a que un default de la deuda griega contagie a otros miembros y termine con el propio euro.
“La mayor diferencia entre las dos crisis es el entorno: Grecia está en una unión continental. Eso significa que existen otros actores que tendrán en cuenta las externalidades negativas que un default puede acarrear para la unión. Y también que el abandono del euro en Grecia puede resultar mucho más traumático (si cabe) que el de la convertibilidad en la Argentina”, dice López Albertos.
En el 2001, la Argentina no contaba con ese elemento de persuasión para negociar: con un peligro de contagio juzgado mínimo, dejarla caer no parecía generar ningún riesgo sistémico importante.“A nosotros con bastante menos [de las cifras que se barajan para ayudar a Grecia] nos podrían haber enderezado la situación; pero la economia cayó en caída libre como probablemente en la historia contemporanea no hubo otro caso”, dice Todesca.Las lecciones de la crisis
¿El 2001 argentino y lo que siguió ofrecen alguna enseñanza aprovechable para otros?
“En general, la clave de este proceso (como el que vive Grecia) es hacer sostenible la deuda”, responde López Murphy. Considera un error concentrar en el corto plazo las correcciones que se le están pidiendo a Grecia. “En el corto plazo hay que financiar ese proceso para no agravar la recesión”.
Hay que evitar las agonías largas, es la lección que extrae Sandleris. “Las ayudas a la Argentina llegaban en cuentagotas y contribuyeron a postergar el default y la devaluación, sin despejar el horizonte. El default y la devaluación argentinos llegaron demasiado tarde, lo que hizo a la crisis más terrible”.
“Si la UE y el Fondo van a ayudar a Grecia, debe ser con un paquete de una magnitud tal que despeje todas las dudas de default durante al menos dos años, como hizo EE.UU. con México luego del Tequila. Las idas y vueltas en torno a la ayuda entre Alemania y Grecia nos muestran que esta lección no ha sido aprendida”, dice el economista de la UTDT.
Otra lección, según Sandleris, es que “hay vida después de la crisis. La economía argentina, ayudada por factores externos y algunos aciertos de política económica, ha tenido un crecimiento fenomenal desde la crisis de 2001/2”.
“Un default no es el fin de todo, es como una convocatoria de acreedores”, compara Todesca. “Lo que Grecia tendria que hacer es pactarlo ordenadamente con los acreedores, una especie de club de bancos como los que propició el Plan Brady tras la crisis de la deuda latinoamericana de los 80. Difícilmente tenga otra alternativa porque la ayuda de la que ahora se está hablando –120.000 millones de euros– no es un regalo: también hay que pagarla.